Entre anécdotas, momentos tensos y gran dosis de Psicoanálisis, te presentamos la segunda parte de una nota con mucha tela para cortar.
Open City (OC): Has incursionado en la Psicología, siguiendo la línea del Psicoanálisis, ¿qué te atrajo estudiar esa carrera?
Favio Lorenzin (FL): Darme cuenta que desde muy chiquito yo inventaba qué hacer, para no ver la angustia de mi padre inmigrante emerger de golpe (…) Yo le decía “papi, ¿y si vamos a jugar al pool?”, “papi, ¿y si vamos a jugar a los palitos chinos?”. Y en eso me daba cuenta que lo escuchaba. Más adelante, cuando crecí, a partir de no poder con algunos dolores de la vida, debí buscar a alguien que pudiera escucharme. Años más adelante, fui al consultorio analítico de una Psicóloga, y me encuentro con la posibilidad de hablar de cosas que en otros ámbitos no podía. Y me compré una guitarra en un todo por dos pesos y volví a rascar un rato, comencé con Capoeira, la danza de la libertad, a poner el cuerpo en las plazas, salir del “éter”, también a dibujar, pintar de nuevo. Llegué con pedazos de algo roto. Luego, de a poco y con ese dolor, me encontré haciendo otra cosa. Es decir, que lo que se logró en ese primer encuentro con la experiencia analítica fue por la vía de los propios gustos, no tapar el agujero, sino, tratar de hacer hacer de él, artesanalmente, una ventana. A los pocos años entré a la Facultad de Psicología, y a la mitad de la carrera me encontré con el Psicoanálisis, un decir que tiene eso de lo nunca terminado, ese nunca estar de vuelta, tipo “caminito al costado del mundo”, ese “no por arreglar para que algo vuelva a estar como antes”, sino tratar de seguir el rumbo, por la vía del deseo, de la asunción de un sujeto responsable de su deseo, la asunción de un saber hacer para cada quien, con eso que falta. Entonces, hubo un cambio de posición, no fue sólo la posibilidad de encontrarme con el lenguaje y ser quien habla, como en la radio, sino también quien escucha. Fundamentalmente lo que me conmueve del Psicoanálisis es el ir caso por caso, uno por uno, su potencia desmacificante: no hay una receta que funcione para todos y eso es mucho más que un estribillo, aunque las charlas motivacionales pululen vendiéndonos ideales. Los practicantes de Psicoanálisis, sentimos no saber nada hasta que el “otro” habla, y nosotros montamos ese dispositivo para que, al decir, ese “otro” escuche su propio saber no sabido. Hay cierta modestia allí, eso que se ofrece e instala otro tiempo, desafiando la época de la instantaneidad, un tiempo de comprender, con toda la potencia que eso aloja. No vamos por lo moralizante, vamos por lo ético, por el lazo, por “el hilo de la vida”, o como diría Carmen G. Taboás, evocando a Lacán, “por un amor con reglas, pero no las de los demás, más singulares, algo más propio que lo haga funcionar, poético y apasionado, pero advertidos en su no garantía”… un amor menos tonto”.
OC: ¿En dónde pensás que se tocan el Psicoanálisis con la radio, con la locución?
FL: Yo creo que tienen mucho en común. La radio es un invento, para que alguien diga y el otro escuche (…) El Psicoanálisis va por la invención, porque al decir “no hay una fórmula, no hay una receta para ser feliz”, hay que encontrar las maneras que tiene cada uno de llevarse con su goce, con su malestar, su manera de vivir, a pesar de su pulsión más irrefrenable, es decir, su propio estilo de enlazar con la vida y su deseo. A veces nos enemistamos mucho con nuestros propios gustos, los reprimimos, los escondemos, y lo que hacemos los practicantes de Psicoanálisis, es que eso pueda ver la luz (…) Cuando vamos al encuentro de un Analista, es casi como encender la radio, decir “lo escucho”… provocar un decir. Porque la radio no solamente habla al oyente. Cuando decimos “manden sus mensajes de voz, vamos a charlar, a ver qué opinan”, uno está diciendo “lo escucho, diga”, y a mucha gente le encanta decir y oírse por la radio, o que le lean el mensaje, fijate que hay quienes se sienten frustrados cuando eso no sucede, porque sienten que nadie los escuchó. Entonces, la radio no es sólo decir, sino que también es un lugar de “escucha”, un sitio que aloja lo único que nos diferencia del resto de los animales del planeta, y es que hablamos. Y la voz es el rasgo más humano con el que estamos dotados. Tanto el Psicoanálisis como la radio, brindan dispositivos para alojar ese “decir y escuchar”…
OC: ¿Qué es lo más caótico que te pasó la radio?
FL: Me acuerdo como anécdota cuando debuté en Radio Shopping, hice trasnoche un domingo. Al otro día tenía que entrar a las siete de la mañana el locutor que seguía. Avisa que no podía ir, y venía el informativo a esa hora, entonces debía quedarme dos horas más. Yo estaba que no daba más de sueño. Lo hacía Guillermo Rodriguez. Allí se ponía música clásica, y entre las canciones salió “Las Cuatro Estaciones”, de Vivaldi. Era nuevito, trataba de hacer todo bien, y era la primera vez que me tocaba trabajar en una mesa con periodistas. Tenía que presentar las canciones, y digo “Radio Shopping Classics, la música sonaba con Vivaldi, Las Cinco Estaciones”. Y me dice Guillermo al aire: “son cuatro, señor”. Y no entendía qué me estaba diciendo. Y me remarca y yo respondo: “sí, sí, Vivaldi”, me miró fijo, no olvido ese momento, quedé mudo, no podía nada. “Son cuatro, señor”, me aclara de nuevo. Y le digo “aha”. Por supuesto que después me aclaró que había dicho que eran cinco estaciones, y son cuatro, y me pidió por favor un poco de cultura general. La verdad que eso para mí fue como una daga, en el momento, fue lo más terrible que recuerdo, la mudez. Me sentí expuesto en el aire, sentía que estaba haciendo todo mal, que iba a perder mi trabajo. Pero a partir de eso, sentí bien de cerca que el “decir” no es sin consecuencias, que la exposición es parte, que eso se elige o no, y que no tiene que ver con el “otro”: es “uno” quien se hace responsable de su decir y de estar allí, que no es sin poner el cuerpo.
OC: ¿Alguna entrevista o personaje que te haya marcado, y que recuerdes?
FL: Skay Beilinson. Él presentaba “A través del mar de los sargazos”. Yo estaba en Mega, la radio de rock nacional, estaba dividida por un vidrio con Rock and Pop. Primero la nota era en Rock and Pop. Yo decía “¿qué le voy a preguntar?”. De hecho, veo una señora apoyada contra la pared, paradita, con un saquito tejido. Le digo a uno de mis compañeros “che, traten de darle una silla a la señora, está parada hace media hora ahí”. Y me contesta “¿sabés quién es esa señora?”. “No”, le digo, “Es la Negra Poly”, me responde. Me le fui como un chico, la abracé, le di un beso. No puedo decir que ella no entendía nada, creo que entendió perfectamente mi ignorancia y mi emoción. Le dije: “no voy a decir nada, estoy muy emocionado de conocerte Negra”. “Ay querido, muchas gracias”, me contestó. Yo me imaginaba a la Negra Poly de botas negras, jeans roto, pelo largo… y era como mi mamá parada con un saquito de lana. Cuando termina la nota en Rock and Pop, Skay se viene al estudio de Mega, y cuando atravesó la puerta para entrar, sonrió y dijo “hola”, con un tono tan hermoso que no me lo voy a olvidar en la vida, se iluminó todo. Se sentó con una sencillez y una amabilidad que a mí me enseñó para siempre, algo que es bandera de vida y de rock: jamás permitir a nadie no ser cuidadoso y amable a la hora de la charla, no sé si cálido o simpático, porque eso sale o no sale, pero sí amable. A mí me enseñó esa entrevista, algo imborrable, no pulir el brillito fálico de quien cree estar por encima de otros, más allá de las posiciones que asuma cada quien. A mí Skay me dejó esa maravilla inconmensurable que guarda la modestia de una linda charla. Dejó esa marca para siempre: la amabilidad. En un momento le pregunté si cruzar el mar de los sargazos era -en una época como la que estábamos transitando-, tratar de desafiar una época tan violenta y tan pasional intentando esgrimir algo de arte, tratar de ser, un poco más amables…”guau” me dijo, “ no lo pensé así, pero entonces, ahora, es eso”. Otra entrevista inolvidable fue con Moris, venía a Córdoba al Museo del Rock Nacional. Va a la radio, con la guitarra. Y en un momento termina de cantar “El Oso”, y le digo “qué loco, qué cosa la vida y la libertad, ustedes pensaban en esa época, con sus pelos largos y sus canciones, cambiar un cachito el mundo”, entonces me miró lento y me dijo casi con tono de pedir perdón: “sí…pero no pudimos”.
OC: ¿A quién no entrevistarías?
FL: Definitivamente, no entrevistaría a quien no tenga ganas de charlar y pasarla bien un rato… amo conversar con la gente, escuchar, por puro gusto, no más… Una entrevista, es una cita, y como dice Germán García, para que haya una cita, alguien debe querer concurrir a ella…