Locutor y profesor. Veinte años de trayectoria en el mundo de la radio. Practicante de Psicoanálisis. Favio Lorenzin nos cuenta algo de su historia, sus comienzos, su visión sobre la radio actual en Córdoba, y más. Primera parte, de una nota imperdible.
Open City (OC): ¿Cuánto hace que te iniciaste en la locución y qué te llevó a elegir ésta profesión?
Favio Lorenzin (FL): Este año harían 20 años. Lo que me llevó, creo que lo encontré después con el tiempo. En realidad no hubo como un acercamiento más que ser oyente de la radio. Siempre cuento la anécdota que mi padre llegó de Italia y lo único que trajo fue una radio portátil, entonces estaba siempre encendida en casa, sonando. Pero uno se va dando cuenta después de grande, que fué un medio muy presente en la vida. También recuerdo la primera visita al programa “El Mundo de Chocolate”, de Ana María Alfaro, cuando tenía cuatro años, donde yo quedo fascinado, fundamentalmente en una escena allí, donde estiro los pies para poder ver qué había arriba de la mesa, para poder ver a los locutores, porque no llegaba. Ana María me alza, me sienta en sus rodillas y me empieza a hablar. Ese episodio queda a modo de marca en el cuerpo, allí queda para siempre sellada la radio, con esa sensación cariñosa y maternal. Esos fueron como actos inaugurales que yo después pude ver en la adultez (…) Tuve una profesora que nos daba teatro en la secundaria, se sentaba en la última fila y me decía: “más alto, más alto!”. Entonces yo empiezo a modular, a proyectar, y sale una voz que hasta a mí me resultó tan extraña. Ella dice en un momento dado: “ay, que linda esa voz de radio!”, y cuando dice eso, indefectiblemente algo de reconciliación hubo (NdR: anteriormente había contado sobre la extrañeza que le generó en la adolescencia el cambio en su voz, propio de la edad). Y llegó el primer programa de radio a los quince años con unos amigos, en La Ranchada, y después buscamos un espacio en FM Acuario, e hicimos “Sonidos Nacionales”.
OC: ¿Cómo ves a los locutores en Córdoba?
FL: Lo que creo es que hay de todo. Como siempre nos vamos a encontrar con quienes les dan una primacía al factor meramente estético, es decir, el sonido de la voz, la dicción, la pura técnica… gente muy prolija en el aire, pero que no estoy seguro que por esa única vía, conmuevan algo en el oyente. O son solamente exponentes dignos de la técnica radiofónica de antaño, donde había una exigencia sólo y meramente estética (…) en algunos casos, hay un cuidado extremo sólo de eso, allí noto cierta falta de discurso, de esa posibilidad de tocar al otro y provocar algún efecto subjetivo. En el otro extremo, un descuido total de eso que hace a la radio y su ser estético, la falta de esencia en la locución, que tiene una propia lengua. Lacan dice que la lengua es lo más singular, aunque se comparte, en este caso, como un código que hace posible un imposible, que es la comunicación plena. La lengua es lo más propio, y la radio tiene la suya, un modo de decir, que la constituye. Hay formas de decir en este medio, que no son las mismas que en la vida cotidiana. La radio es una instalación artística. Por supuesto, en las gamas intermedias, hay quienes tratamos de hacer algo con la estética y sumar algún tipo de discurso, que no tiene por qué ser un discurso sólo ideológico, digo, un pasar de la técnica y el dato, al relato, a un decir que haga lazo.
OC: ¿Qué opinas de las radio en Córdoba?
FL: Yo lo que creo es que lo que ha conservado la AM es el espíritu de la comunidad radiofónica: el operador, el productor, el locutor, el telefonista. O sea, la mesa de radio, algo que desapareció en la FM. Hoy es un privilegio tener a un productor, o a una productora trabajando con uno. Porque en la soledad absoluta en la que las radios FM han puesto a trabajar al locutor en todas las funciones, han sintetizado la cosa, de una manera que me recuerda a Tiempos Modernos de Charles Chaplin. Entonces es: un “hacer rendir al extremo” al sujeto, al punto de la máquina todopoderosa que debe generar todo en uno, todo rápido. La política de un Neocapitalismo que apuesta a ahorrarse lo que más se pueda, para ganar cada vez más, a costa del cuerpo de uno, de un esfuerzo que no se comparte ni reparte, sino que se concentra en uno. Entonces en ese “hombre máquina” me parece que la FM marca un paradigma de esto que digo. En tanto la AM no. La AM ha resistido bastante a ese formato. La FM ha sido como más lábil, más servil a un discurso desde los ’90 a esta parte. Fue anulando a esa comunidad radiofónica que nos daba un producto, que en algunas radios de Buenos Aires, todavía se conserva. Hay medios, muy pocos aquí, que apuestan a la mesa de radio. Hasta las aquellas que son musicales tienen un operador, un musicalizador, un productor. Digo, las emisoras que apuestan a un proyecto realmente serio, no dejan tan librado al azar el aire, o a que una sola persona haga todo. Sabemos que esa persona va a hacer agua en algún momento, por algún costado, porque está haciendo malabares permanentemente. Prestás atención a lo que decís, o a que no se te vaya el tema, o a buscar una noticia para leer… Caemos en un nivel extremo a veces de improvisación, y al aire eso se nota. En épocas donde no había tanta tecnología como ahora, teníamos una FM mucho más producida, más cuidada.
OC: ¿Qué referentes tenés?
FL: Me gusta mucho la radio que hace Nora Perlé. Me encanta la radio que hace Elizabeth Vernaci. Fijate que yo te estoy nombrando gente absolutamente antagónica, pero que montan éste tipo de radio, de la que hablábamos recién, tienen una propuesta en el aire, y no por eso dejan de ser emisoras comerciales. Porque si no, pareciera que si uno habla de contenido, no se le puede vender el contenido a nadie, y que la gente quiere escuchar música… mentira total, ya sabemos que hay inagotables propuestas de música funcional, sin embargo, la gente sigue escuchando radio. También sigo a Fernando Bravo, en Continental. La generosidad que tiene como conductor en el aire, la posibilidad de la entrada a su mesa, la charla con su locutora, sus periodistas alrededor, su manera de decir las cosas… me gusta mucho la fusión de calidez, humor, calidad, esta fórmula creo que me representa, siempre he ido trabajado esos tres puntos en mi vida como locutor.
OC: Sos también profesor, ¿cómo te has llevado con la docencia?
FL: Me encanta, porque me parece que es una posibilidad de transmisión, no de enseñanza, sino de transmisión de una experiencia. Siempre para mí, el aula fué un laboratorio. Y vuelvo a este lugar que no es el “del todo saber”, apuesto mi tiempo a este espacio. No es estar parado en ese lugar de “yo sé todo, ustedes son una tabula rasa en la que debo inscribir un conocimiento”; sino el “hablen, y vayamos probando, a ver qué va saliendo de esto, a ver esa propia voz qué es capaz de hacer, de decir”. Mi acento está puesto en trabajar siempre con el propio estilo, con el propio rasgo. Entonces, me gusta la docencia porque me pone en un lugar de disparador, para que un dispositivo tipo “laboratorio”, se ponga a andar. Me gusta ese rol, ser un provocador ahí adelante, como en la radio. No sé si me gusta ser un docente, un maestro, un profesor, sino quien abre una pregunta y provoca algo, para que otro, tome la palabra.